viernes, 17 de febrero de 2012

La continua Crueldad (parte Primera: Obsesión)



  Alarde, los herbazales de la arrogancia donde moran los poco eficientes, aquellos que viven de meras jactancias sumergidos idioteces, hablando en copas vacías de triunfos ya bebidos en epocas deserticas. Un hombre que descansa eternamente en lo obtenido con mínimo esfuerzo sin dar lugar a lo que precede a cada instante, no vale como guardián de riquezas ni estrategia creara para dar combate a las circunstancias, en otras palabras se encuentra inutilizado a existir en pos de lo que otro ser menos soberbio desea, aun sin darse cuenta de ello, la vida también es un alarde, donde todos presumimos de algo que no es propio y por eso la perdemos.
 No es un simple análisis teórico sobre la vida, pues ha sido demostrado en la practica misma por aquel compañero que en ocasión he visto caer.Por momentos creyó que su tiempo era efímero, pensamiento en principio sutil, aunque finalmente consumió sus días tratando de demostrar que la energía vital humana en se resume a una constante batalla. Por otro lado debía limitarme solo a un papel de observador, pues de algún modo por intentar hacerlo entrar en razón lo lastimaba mas. Encontraba la manera de eludir la verdad sobre la vida y temía  que la suya  acabara en algún momento sin aviso previo, consideraba  probable que las manecillas del reloj fueran detenidas por  el niño malcriado que jugando  con el destino como un entretenimiento temporal. En cada día  Así vivió su juventud, desarrollando una interna angustia por el porvenir, un escudo ante las ofensivas irreales de la vida, corriendo un camino que imagino lleno de espinas brotando en un sin fin de dolor y heridas. Pobre infeliz ciego, sin darse cuenta desperdicio la cura a su obsesión por el deseo de aprender a mirar dentro de un espacio vació sin valor ni mas, y la desecho miles de veces. Así fue como en cierto momento supuse que ese fiel amigo estaba acabado y sin posibilidad de hacer nada lo deje morir.
 Escalofríos atraviesan mi corazón, como cuchillas afiladas por el mismo maestro de la oscuridad, nacen con los recuerdos de sus últimos momentos en la tierra como hombre.
Esa madrugada habría de escuchar la campana del teléfono,  una voz agonizante se escucho del otro lado,  una voz familiar, la de aquel que en su tiempo fue mi gran compañero solo llego a pronunciar la frase "Es el Fin". Tome mi abrigo y desafié al tiempo a una carrera, indudablemente perdería, lo que había escuchado, esa frase tan corta y casi inaudible  podía ser una broma de muy mal gusto o el susto de mi vida, no habría de apostar en realidad, debía prepararme para lo peor.  Cuando llegue a su morada habían pasado 2 largas horas, eternas a mi parecer, la llovizna matutina se roseaba sobre mi parabrisas y el helado beso del invierno empañaba los vidrios de mis anteojos. Acercándome a la puerta de la casa de mi gran amigo el ,viento la abrió de en un impacto violento, hundo mi cuerpo en esa tenebrosa casa aunque  poco podría apreciar en un cuarto tan oscuro.
Esas partes de mi historia completa, ese día en particular se divide millones de sentires simultáneos, y el dominante entre ellos "El temor", ese día habría de fragmentar mi vida para siempre separarla en un antes y un después.
 Tras encender la luz de ese cuarto mi mirada se desploma,se corrompen mis sentidos y pierdo la noción del tiempo, me sentía desorbitado, en un estado de éxtasis oscuro lleno de desesperación y no podía salir por mas grandes que fueran mis intentos. Allí lo vi, su cuerpo sangrante recostado en su sofá con una daga atravesada en su pecho, su parcial respirar parecía desvanecer su vida con cada exaltación y sus prendas manchadas decían mas que cualquiera de mis relatos. No intente pedir ayuda, o desperdiciar mi tiempo deseando su salvación, aun no se porque, pero solamente lo cubrí con mis brazos y llore....fue mi única reacción y definitivamente la mas justa.



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